SOBREESTIMULACIÓN… ¿EXISTE REALMENTE?

Sobre-estimulación

¿Existe la sobreestimulación?

Es ésta una pregunta que se hacen frecuentemente los padres cuando se acercan al mundo de la estimulación temprana.
Se convierte en una afirmación por parte de algunos profesionales de la medicina y la educación que creen encontrar en esta sobreestimulación la supuesta causa de ciertos problemas de desarrollo.
Es en definitiva uno de los grandes “mitos” que giran entorno a la estimulación temprana y que se deben esencialmente al desconocimiento del término “estimulación temprana”, al desconocimiento de cómo se lleva ésta a cabo y en qué consiste realmente, y al desconocimiento de los objetivos que se buscan en su aplicación.

Por “estimulación temprana” se entienden todas las actividades y juegos que realizamos con los niños menores de seis años y que favorecen su desarrollo en el momento más adecuado para el mismo.

Estas actividades se realizan de manera atractiva y lúdica, son variadas, cortas y rápidas, y se repiten un número mínimo de veces.

Sus objetivos son varios: la creación de circuitos y conexiones neuronales nuevas, y mantener las ya existentes para que no se pierdan por el desuso. Con ello se persigue alcanzar el máximo desarrollo en el potencial innato del niño.

En este desarrollo se pretende que el niño crezca seguro de sí mismo y confiando en sus capacidades, que experimente con su cuerpo y aprenda a través del mismo, que mantenga la curiosidad por todo lo que le rodea, que inicie su interés por un amplio abanico de temas y que tenga su primer contacto con cosas y experiencias que normalmente no le ofrece su entorno inmediato.

Si “estimular” significa dar al niño estímulos, esto es algo que hacemos los padres a diario y hemos hecho toda la vida: abrazándoles, bañándoles, contándoles cuentos, llevándoles al parque… En este sentido también los estimulamos cuando los llevamos a un centro comercial atestado de gente, o a los bares llenos de humo y con música ensordecedora, o si les hacemos trasnochar porque nos conviene por nuestros compromisos sociales…

Evidentemente, estos últimos ejemplos nada tienen que ver con la “estimulación temprana”.

La estimulación temprana se parece mucho a la que ofrecen los padres de forma natural a sus hijos cuando disfrutan con ellos, sólo que es una estimulación estructurada con el fin de ser lo más adecuada posible, para que tenga los efectos buscados, para que se adapte al momento evolutivo del niño y le regale experiencias nuevas y diferentes a las que vive en su hogar.

La estimulación temprana debe ser siempre algo que se disfruta. Cualquier actividad que agobie al niño, que lo canse, que lo ponga nervioso o irritable no es “estimulación temprana”… podría calificarse como excitación, obligación, estrés o incluso tortura… pero no “estimulación temprana”.

La estimulación se puede hacer “mal”, pero no se puede sobreestimular desde los programas de estimulación temprana. Si ésta no se realiza de manera adecuada el niño se aburrirá, con lo cual no nos prestará atención… quizá se agobie y llore… protestará o simplemente se pondrá a hacer otra cosa… Entonces no habría estimulación pues no tendría ningún efecto sobre el niño.

Nuestra actitud como padres o educadores puede afectar negativamente al niño. Si nos obsesionamos con que el niño realice algo para lo cual no está preparado, por ejemplo.

Debemos tener en cuenta que hablamos de estimulación “temprana” porque se lleva a cabo a edades tempranas, y que ya se abandonó el término “precoz” porque sugería la errónea idea de que se perseguía crear “genios” de niños que cumpliesen las etapas de su desarrollo “antes” de tiempo. Por el contrario, la estimulación temprana exige el conocimiento de la evolución del niño y el respeto absoluto por cada etapa de su desarrollo.

Cuando se aplica la estimulación a un niño con problemas o retrasos en su desarrollo, ésta debería dejar de denominarse “estimulación temprana”, la cual está más enfocada al desarrollo del potencial en el niño sin problemas. Cuando estos existen, el niño precisará de una estimulación mucho más intensiva y continuada, diseñada exclusivamente para su caso particular por un especialista, con un enfoque terapéutico.

No se debe confundir ambos términos: la “estimulación temprana” de niños sanos y los “programas de reorganización neurofuncional” en niños con dificultades. En estos casos, al contemplarse la estimulación como una terapia, la aplicación de la misma implica una obligación en la realización de ejercicios que pueden resultar difíciles para el niño o sus padres, y una insistencia en el intento de lograr determinados objetivos en el desarrollo de los pequeños. Pero esto no es así en la “estimulación temprana”.

Muchas veces oímos decir de un niño: “es muy nervioso, no necesita más estimulación”. Estos niños crean en sus padres y educadores miedo a la sobreestimulación. Pero de nuevo se están confundiendo los términos “estimulación” y “excitación”. Precisamente a este tipo de niños les sería muy beneficioso un programa de estimulación diseñado para lograr que se tranquilizasen y dejaran de ser tan excitables.

En la “estimulación temprana”, insisto: no se le obliga al niño a hacer ninguna actividad para la cual no esté preparado o capacitado, ni siquiera para la cual no esté dispuesto… Si cualquiera de las actividades que se realizan habitualmente excitan a un niño poniéndole nervioso, debería replantearse la realización de dicha actividad y la adaptación de un programa de estimulación individualizado, enfocado a solucionar los problemas de nerviosismo en el niño.

Es lógico pensar que lo que deben hacer los niños menores de seis años es jugar, una de las razones que esgrimen los que temen la sobreestimulación. Y, en principio, tienen toda la razón. Pero de nuevo sus temores se basan en un concepto erróneo y un desconocimiento total de lo que es la estimulación temprana. El niño de educación infantil disfruta con todo lo que le propongamos de forma atractiva, cualquier cosa que le divierta la considera un juego, para él aprender es el mayor juego de todos… Aprende mientras juega y debemos conseguir que juegue mientras aprenda. Es la mejor manera de lograr ese aprendizaje. La estimulación temprana no va a quitarle nunca de jugar, “estimulación temprana” y juego deben ser una misma cosa.

Dicho todo lo anterior y viendo que lo que hacemos en la estimulación temprana es enseñar imágenes grandes y en color, hablarles de animales de todo tipo, ponerles música clásica con la que seguimos ritmos y nos divertimos, contarles cuentos en un segundo idioma, cantar canciones, jugar con cantidades de objetos mientras les familiarizamos con los términos básicos de la matemática, enseñarles carteles de palabras escritas, gatear, correr, saltar… entre otras muchas cosas… la respuesta a la pregunta de si existe la sobreestimulación es: no.

Al menos no en la “estimulación temprana”.

“ESTIMULAR A TRAVÉS DE LOS SENTIDOS”

4 respuestas a «SOBREESTIMULACIÓN… ¿EXISTE REALMENTE?»

  1. Rosina, yo creo que algunos padres deberian cuestionarse la pregunta de si existe subestimulación o estimulación no adecuada.

    Muy acertado y explicativo el post,
    un abrazo

    Pablo

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