La base invisible del aprendizaje, la atención y la conducta
Hay momentos en los que, por más que te esfuerzas, por más que tu hijo o tu hija se esfuerza, los avances no llegan como esperabas.
El aprendizaje cuesta, la atención no se sostiene, la conducta desborda y el día a día se vuelve pesado, frustrante y agotador. Y en medio de todo eso aparece una pregunta silenciosa, pero constante: ¿qué más puedo hacer?
Muchas familias llegan a este punto después de haber probado de todo. Más apoyo escolar, más fichas, más repeticiones, más correcciones. Sin embargo, el resultado suele ser el mismo: se trabaja mucho… pero se avanza poco.
Y no porque el niñ@ no quiera o no pueda, sino porque quizá estamos mirando solo la punta de la pirámide y no la base que la sostiene.
En neurodesarrollo entendemos algo fundamental: los aprendizajes, la atención, el lenguaje y la conducta no aparecen de la nada. Son el resultado de un proceso previo de maduración del sistema nervioso. Para que un niñ@ pueda leer, escribir, concentrarse, regularse emocionalmente o adaptarse al entorno, necesita haber desarrollado antes una serie de herramientas básicas que tienen que ver con el cuerpo, el movimiento y la forma en la que procesa la información a través de sus sentidos.
Cuando solo trabajamos los síntomas —la lectura, la conducta, la atención— sin preguntarnos qué los está provocando, dejamos fuera una parte esencial del desarrollo. En cambio, cuando observamos al niñ@ de manera global, cuando entendemos cómo se mueve, cómo siente su cuerpo, cómo responde a los estímulos, cómo regula su nivel de activación, empezamos a ver con más claridad dónde está el verdadero punto de partida.
El trabajo desde la base del desarrollo implica volver a lo esencial:
el movimiento adecuado, las experiencias sensoriales bien dirigidas y la repetición diaria. No se trata de hacer más, sino de hacer lo que el cerebro necesita para madurar. Y esto solo funciona cuando se integra en la rutina cotidiana, de forma constante y respetuosa, porque el cerebro cambia con aquello que se repite y que considera importante.
Este enfoque no es magia ni soluciones rápidas. Es comprensión, observación y acompañamiento. Es identificar prioridades reales, elegir los ejercicios adecuados para cada niñ@, encontrar el mejor momento del día para realizarlos y hacer un seguimiento consciente de los avances, incluso de aquellos que a veces pasan desapercibidos.
Yo misma llegué a este camino como madre, buscando respuestas para mi hijo, y hoy acompaño a otras familias que están atravesando situaciones similares. Por eso sé que cuando se trabaja desde la base, los cambios llegan: más atención, más regulación, más presencia, más capacidad de aprender y de estar en el aquí y ahora.
Si al ver este vídeo sientes que algo de todo esto resuena contigo, si intuyes que quizá el camino de tu hij@ no pasa por insistir en los síntomas sino por fortalecer su desarrollo desde abajo, quiero invitarte a dar el siguiente paso.
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En ese espacio hablaremos de tu caso, observaremos qué puede estar ocurriendo y veremos si este enfoque es el adecuado para acompañar a tu hij@ y a tu familia.
Hay una ruta posible. Y no tienes que recorrerla sola.




