Aunque se observe en los músculos, el bajo tono muscular o hipotonía es un problema que se halla realmente en el cerebro.
Rosina Uriarte
En realidad donde se encuentra el tono muscular es, como su propio nombre indica, en los músculos. Pero he elegido este título para llamar la atención de quienes se desviven por ejercitar los músculos de sus hijos ante una hipotonía y no son informados de que existen otras vías más eficaces.
Por supuesto que ejercitar músculos es algo positivo. Pero veo a los padres luchar primero con los músculos del cuello que sujetan la cabeza del bebé cuando éste no lo hace de forma natural. Luego luchan por que sus hijos tengan el suficiente tono en sus espaldas para poder mantenerse sentados una vez pasados los seis meses. Después viene la gran hazaña de poner a los niños a caminar tras haber cumplido los doce … Aquí es cuando normalmente respiran un poco, pues parece que en cuanto el niño camina, ya está todo hecho… Pero pueden surgir problemas en el lenguaje; más tarde en la manera de coger el lápiz y dificultades en la escritura… y es probable que también aparezcan problemas de motricidad ocular que dificulten seriamente la lectura. Esto último suele quedarse sin “descubrir” pues pocos padres son bien aconsejados en cuanto a la conveniencia de una revisión ocular en sus hijos por parte de un optometrista comportamental.
Además de lo anterior, el tono muscular está muy relacionado con la capacidad de atención pues ésta forma parte del estado de alerta del sistema nervioso, al igual que el tono muscular. Ambas funciones son reguladas en parte por las mismas zonas cerebrales, por lo que hay muchas probabilidades de que un inadecuado tono muscular conlleve problemas de déficit de atención.
Todo esto sin tener en cuenta que un niño con un tono muscular bajo tiende a sentirse cansado con facilidad y no se desarrolla en la misma medida que los niños de su edad por evitar experiencias motrices que son importantes. Hecho que se añade a su problema original agravando toda la condición.
Son muchos parches que se van aplicando en un camino lleno de baches… demasiados para no pensar seriamente en asfaltar la carretera de una vez por todas y acabar con todos los inconvenientes a la vez.
Para esto es necesario comprender un poco cómo se lleva a cabo el desarrollo del niño y cómo funciona su sistema nervioso.
Nos dicen los expertos en el tema que son los núcleos vestibulares de nuestro cerebro los encargados de enviar mensajes a los músculos sobre cuándo y cómo contraerse. Es un control muscular totalmente subconsciente y no nos damos cuenta de ello. Estos continuos impulsos que se envían desde los núcleos vestibulares generan el tono muscular del cuerpo.
Para que el sistema vestibular realice bien su trabajo, es preciso que esté bien organizado. Esto, por desgracia, no ocurre en todos los niños.
Existen muchas disfunciones del sistema nervioso que no aparecen en las pruebas clínicas realizadas por expertos neurólogos. Cuando así ocurre quiere decir que no hay evidencia de lesión cerebral, lo cual supone un claro alivio. Pero no significa que no exista un problema de funcionamiento cerebral. Así que deberíamos empezar a cuestionar afirmaciones frecuentes del tipo: “no, si mi niño no tiene nada neurológico, sólo hipotonía”, o “neurológicamente está perfecto, pero tiene déficit de atención con hiperactividad”… pues son contradictorias en sí mismas.
Puede en un primer momento parecer desalentador el hecho de que un problema como la hipotonía ya no esté localizado como creíamos en brazos o piernas… para pasar al cerebro, pues da la sensación de ser más inaccesible para su tratamiento y su posible solución. Pero no es así.
Existen diferentes enfoques terapéuticos, que no sólo sirven para el problema de bajo tono muscular, sino que pueden aplicarse a otros muchos trastornos siempre que estemos hablando de una inmadurez cerebral.
Tradicionalmente se trabajan los síntomas allí donde se ven: se masajean piernas, brazos, cuello… se busca el fortalecimiento de los músculos por medio de la natación o de la gimnasia… Esta labor, si bien es beneficiosa, lógicamente no es suficiente pues no está trabajando el problema en sí y se está compartimentándolo en lugar de tratarlo todo de una vez.
Dentro de la fisioterapia hay varios métodos de los cuales no puedo hablar por desconocerlos, por esto me limitaré a mencionar dos nuevos enfoques que me son familiares y considero puede resultar interesante tener en cuenta.
El primero de ellos sigue la premisa de que “la función crea la estructura”. Esto quiere decir que es precisamente a través de la práctica de la función (habilidad) que queremos lograr en el niño como creamos la estructura cerebral necesaria para dominar esta misma función. Así lo establece el método Doman y es por ello que al niño se le hace practicar cada hito del desarrollo hasta dominarlo antes de pasar al siguiente nivel. Por ejemplo, para que un niño llegue a caminar, primero habrá de evaluarse su nivel de desarrollo para conocer en qué punto se ha quedado del mismo y trabajar desde este mismo punto toda la evolución natural del niño, de forma intensiva y continuada. A través de la práctica diaria de cada hito del desarrollo (en el plano motor: el control de la cabeza, el volteo hacia un lado y hacia el otro, la sedestación, el arrastre, el gateo, para al final llegar a la deambulación y más tarde a la carrera) se va logrando un desarrollo y madurez cerebrales que se asemejan a los deseados y considerados normales. Los cambios en el tono muscular y los éxitos en cada una de las etapas y cada una de las áreas del desarrollo infantil serían consecuencia de esta madurez cerebral.
Este desarrollo, o tal como lo califica Doman, esta “organización neurológica”, se reflejará en un mejor rendimiento y eficacia del niño, tanto en su competencia física, como en su trabajo académico, en su control emocional y comportamiento o en su relación con los demás.
Por último existe un más novedoso enfoque terapéutico, y en opinión de muchos, más efectivo para este problema concreto. El concepto que sigue es contrario al anterior, en otras palabras: “la estructura determina la función”. Así que, suponiendo que la estructura cerebral no es la correcta y por esto no existe la función o ésta es deficiente, el objetivo es lograr crear esa estructura necesaria para que en el niño se dé la función o habilidad requerida.
En este sentido, la terapia de la Integración Sensorial y la Terapia de Movimiento Rítmico y Reflejos Primitivos (TMR) buscan estimular determinadas zonas cerebrales, que a su vez estimulan otras superiores y con lo cual se logra una madurez neurológica global. Así se obtienen estructuras cerebrales maduras y adecuadas.
Ambos métodos utilizan la estimulación vestibular principalmente (la Integración Sensorial realiza actividades con columpios, balancines, patinetas, etc. y la TMR movimientos de mecimiento rítmicos) que estimulan y activan directamente zonas primitivas del sistema nervioso central como es el tronco encefálico y el cerebelo. En el primero se hallan los núcleos vestibulares mencionados al comienzo de este artículo.
De esta manera se logra una estructura cerebral madura que se refleja en funciones también maduras y en concreto, en un tono muscular apropiado.
La diferencia principal entre el concepto de trabajo de la Integración Sensorial y la TMR es que la primera busca una maduración en el niño a través del disfrute y la motivación en el mismo. Es el niño, quien guiado por el terapeuta, busca su propia maduración siguiendo su propio ritmo.
La TMR es una estimulación menos lúdica, aunque agradable, pero más sistemática e intensiva. Es muy fácil de realizar y, al igual que el método Doman, se lleva a cabo en el hogar tras el asesoramiento profesional. También como ocurre con este método, la madurez cerebral lograda con la TMR repercute beneficiosamente en todas las áreas de desarrollo del niño.
*Actualmente, TMR se llama BRMT (Blomberg Rhythmic Movement Training)