Todo el mundo debería conocer el desarrollo infantil y saber que gran parte se produce tempranamente.
Hoy quiero compartir contigo una cuestión con la que me encuentro a menudo y que cada vez me preocupa más…
Y me preocupa porque ingenuamente tiendo a pensar que cada vez hay mayor conocimiento del desarrollo infantil, para en seguida darme cuenta de que no es así.
¡Todo el mundo debería conocer el desarrollo infantil! ¿Por qué?
Pues, porque cuando hablamos de “desarrollo infantil” no estamos hablando solamente de lo que concierne a la infancia, estamos hablado del desarrollo del ser humano, o sea, de todos nosotros.
Seguro que viendo así las cosas, estaremos de acuerdo en que es nuestro deber cuidar de que se cumpla lo más importante, lo más preciado de ese desarrollo de todos nosotros.
La paradoja es que no lo podemos cuidar porque lo desconocemos, lo ignoramos.
Y, tristemente, así nos va…
Pero, no quiero ponerme tan melodramática porque aquí estamos compartiendo el mundo del desarrollo infantil, con la intención de conocerlo para respetarlo, acompañarlo y cuidarlo.
Bueno, vuelvo al principio, donde te decía que hay una cuestión que me encuentro demasiado a menudo todavía: las personas que siguen diciendo que “los bebés tienen que comer y dormir” y que “cuanto más buenos son, mejor”. Vamos, que el hecho de que den la menor lata posible es lo deseable y lo deseado.
Y aquí estoy yo para aguarles la fiesta insistiendo en que el cerebro humano no espera a que el niño tenga un año, dos, tres… que vaya al cole… o cualquier otro momento para crecer y desarrollarse. Para madurar y crear el cableado cerebral, las conexiones y circuitos neuronales con los que funcionaremos el resto de nuestras vidas.
No espera… La naturaleza es inteligente y ha dispuesto que el cerebro sirva al pequeño ser humano muy pronto para que éste pueda sobrevivir y aprender, adquirir destrezas y habilidades, para que pueda funcionar de forma eficaz a todos los niveles.
Es verdad que los bebés no han logrado esto aún, pero también es cierto que sus cerebros están ya sentando las bases para que todo ello se pueda cumplir.
No hay un momento en la vida en el cual crezca tan rápidamente la cabeza como durante el primer año. Y la cabeza, el cráneo, crece para dejar espacio al cerebro que también lo hace. Así que, lo que observamos por fuera (esa cabecita que crece tan rápidamente) es también lo que está ocurriendo dentro (el cerebro crece a la misma velocidad).
Fíjate:
El cableado cerebral que se produce en el primer año de vida es enorme, mayor que el que se producirá en posteriores años.
El bebé “bueno”, el que está tumbadit@ y sentadit@ todo el día, quizá incluso delante de la televisión o una tablet, ese bebé se lo pierde. Se pierde la mejor oportunidad de la que jamás gozará para desarrollarse y alcanzar todo su potencial e inteligencia.
Más adelante sigue teniendo oportunidades para su desarrollo, sí, pero serán otras diferentes a las del primer año. Digamos que, una vez que se pone a caminar, sigue construyendo los cimientos para su desarrollo, pero ya en otro nivel… la base de esos cimientos ya se crearon.
Y se crearon con las herramientas y materiales “disponibles” en el momento.
El bebé que tiene los estímulos que más necesita (tras una buena gestación, nacer por vía vaginal, contar plenamente con el contacto físico de sus padres, seguridad y amor a raudales, y plena libertad para moverse sobre el suelo sin que nadie lo haya sentado inmovilizándole sobre el mismo) cuenta con mejores herramientas y materiales para construir cimientos más fuertes y estables.
Los cimientos que le permitirán seguir construyendo la más fuerte, estable y bella construcción del desarrollo infantil.
Como dice el fisioterapeuta, experto en neurodesarrollo infantil, Iñaki Pastor: somos lo que hemos sido de bebés, lo que hemos hecho y nos han hecho, cómo nos han tocado, cómo nos han movido, cómo nos han hablado… todo ello tiene una repercusión en el futuro.
El bebé que se mueve arrastrándose y gateando, con total libertad y todo el tiempo posible cada día, está entrenándose para luego poder estar quieto prestando atención, aprender a leer, a escribir, comprender las matemáticas, controlar sus emociones y su conducta…
¡Nada más y nada menos!
Así que, lo peor que podemos pensar es que un bebé es mejor que sea “buen@”. Lo peor que podemos hacer es dejarlo tumbadit@ boca arriba, sentadit@ en una hamaca y además de todo esto, darle una pantalla para limitar aún más su desarrollo.
Bueno, con esto pienso que es más que suficiente por hoy. Gracias por leer hasta aquí. Espero que estas reflexiones y “desahogo” por mi parte te resulten interesantes.
Creo que tenemos el deber de hacer todo lo que esté en nuestra mano para que todo el mundo conozca mejor el desarrollo infantil y para que los padres y cuidadores sean conscientes de la gran responsabilidad que tienen al estar en sus manos el permitir o limitar que el desarrollo pleno de l@s niñ@s.
Si te apetece saber más de todo esto o de otras cuestiones sobre neurodesarrollo, podemos hablar de ello. Si te gustaría formarte, cuento con varias opciones para ti, sólo dímelo y nos vemos para que pueda darte información detallada. Podemos hacerlo si agendas una sesión haciendo clic en el botón (así de fácil):