Editado por Lebón.
En este capítulo de su libro, los autores nos hacen ver cómo existe una gran confusión al diagnosticar habitualmente como Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA-H), lo que es en realidad un Síndrome de Estrés Postraumático Infantil (SEPTI).
El diagnóstico de un caso de TDA-H debe realizarse siguiendo un protocolo ordenado. Éste descarta primero la posible existencia de una patología neurológica y, después, se basa en las respuestas a unos cuestionarios para padres y maestros. Hoy por hoy no se ha llegado aún a conseguir un instrumento “objetivo” que demuestre clínicamente que el TDA-H tiene un origen neuronal, más o menos común.
El diagnóstico del Síndrome de Estrés Postraumático de la Infancia (SEPTI) se lleva a cabo siguiendo también otro protocolo ordenado y, al igual que en el caso anterior, definido por el DSM IV (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales).
Sin embargo, hay una tendencia clara a reducir el diagnóstico de Síndrome de Estrés Postraumático a los adultos, asignando comúnmente a los niños el de TDA-H .
Los doctores Jorge Ferré y María del Mar Ferré explican que las diferencias básicas entre ambos síndromes están en sus causas…
Las causas son el punto clave del diagnóstico y la terapia, porque en la propia definición de los TDA-H, se considera que para diagnosticar a un niño de Hiperactivo hay que asegurar previamente que no haya ninguna causa desencadenante. Si fuéramos estrictos, por definición, no deberíamos diagnosticar un TDA-H sin haber constatado que la causa es idiopática o desconocida.
Por esta razón, si se detecta una causa definida, el diagnóstico y el tratamiento deben ser distintos al de TDA-H.
En este libro, analizamos varios casos representativos de niños que tienen causas evidentes, que no les han permitido construir una estructura emocional equilibrada y estable. El problema que nos encontramos es que, generalmente, a estas causas no se les concede la importancia que merecen. Creemos que es por varios motivos:
– Porque son causas que no hemos aprendido a valorar en su justa medida. Por ejemplo, el niño que nace con bajo peso y debe permanecer en la incubadora durante tres meses, …
– Y porque estamos acostumbrados a pensar que los grandes traumas están vinculados necesariamente a la conciencia y, por tanto, no afectan al niño muy pequeño.
Al elaborar las historias clínicas de los niños que acuden a sus consultas por padecer problemas en la atención o hiperactividad, sale a relucir la trascendencia que tienen las situaciones traumatizantes en las primeras etapas de la vida de estos niños.
… Muchas personas piensan que, como el niño pequeño no es consciente, no sufre, como “no ve, no siente ni padece” y, como no se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor, se desarrolla al margen de las tempestades o los cataclismos físicos y emocionales y no es así.
… Si no fuésemos seres sensibles mucho antes que seres pensantes, sólo podríamos sentirnos traumatizados por experiencias vividas en estado de plena conciencia y, en ese caso, todos conoceríamos el origen de nuestros temores y de nuestras fobias.
… La conciencia es un instrumento prodigioso que añade malestar a las situaciones adversas, pero también nos ofrece instrumentos de análisis y actuación fundamentales a la hora de resolver problemas emocionales.
… Los impactos traumáticos son más graves cuanto más primitivos y alejados de la conciencia están, porque condicionan la vida del individuo de forma más generalizada y menos discriminada.
Estos doctores proponen una visión distinta de los cuadros de hiperactividad, pues para poder dar un diagnóstico certero y un tratamiento efectivo a los mismos, debe comenzarse por conceder importancia a los bloqueos generados por traumas vividos durante la gestación y los primeros años de vida.