De izquierda a derecha: Rafael de Mora (terapeuta en Las Rozas y autor de “El alma del disléxico”), Lydia Galindo y Ana Madrigal (del Gabinete ASO en Bilbao), Isidro García (del Instituto Mind Moves España y director del centro DAYON en León), Rosina Uriarte (del CBET Brisbane en Castro Urdiales), Silvia Sabatés (del centro La Llave del Don en Las Rozas), Melodie de Jager (creadora de Mind Moves en Suráfrica y formadora en España), Loles Miquel (terapeuta en Valencia, León y Perú), Jone Barrutieta (La Llave del Don en Las Rozas), Anabel Iricibar (del Gabinete ASO en Bilbao) y Julia Otero (del Instituto Mind Moves España y centro Dayon en León).
Cuando se conoce cómo se produce el desarrollo desde la concepción y en los primeros meses de vida, se hace sencillo y lógico que la respuesta a los fallos en este desarrollo conlleve repasarlo paso a paso y dar una “segunda oportunidad” para que se produzca adecuadamente.
Las áreas del cerebro en las que se produjo “el fallo” que dio origen a los problemas que observamos hoy en el niño o el adulto, son anteriores a todo esto que nos empeñamos en trabajar. Estas áreas cerebrales no entienden el lenguaje de las palabras, no pueden leer ni escribir, no saben de matemáticas… No podemos entrenarlas con funciones que corresponden a áreas cerebrales más sofisticadas, áreas pensantes y conscientes. Esto equivaldría a tener una infección en un pie y empeñarnos en curar la cabeza. Es ver solamente la punta del iceberg que asoma fuera del agua, sin ser conscientes que por debajo hay una gran superficie con la cual podríamos chocar y que precisamente es la que debe preocuparnos y de la que debemos ocuparnos.
El desarrollo es como una cadena. El primer eslabón se crea en la concepción y los últimos se forman en torno a los seis años de edad. A los seis años está ya la “cadena” prácticamente completa porque el niño de esta edad cuenta con todas las capacidades que necesitará para el resto de su vida, sólo le queda crecer y aprender. Pero ya tiene todo lo que necesita para hacerlo, no precisa desarrollar habilidades humanas nuevas, están todas en él.
Si falla un eslabón en la cadena, ésta será débil y correrá el riesgo de romperse. Cuando surgen dificultades que no podemos manejar, que no sabemos cómo arreglar, que parecen no depender de nosotros… es porque los eslabones que fallan son los que se crearon más tempranamente y sobre los que no tenemos ningún control consciente. Entonces, ¿cómo llegamos a ellos para repararlos?
Pues sólo hay una manera: haciendo lo mismo que hace la naturaleza para crear estos eslabones. Tenemos que volver atrás en el desarrollo. Evaluar éste en el niño (o el adulto) para saber qué eslabón está débil o roto, y es ahí donde tenemos que trabajar para repararlo. Lo haremos con las herramientas y el lenguaje que estas partes más primitivas del cerebro sí entienden.
Para comprenderlo mejor, pensemos en un bebé recién nacido. No puede interpretar las palabras de su madre por lo que no sirve de nada que le digamos que deje de llorar, que todo está bien. Sin embargo sí entiende el tono de su voz, su olor, su calor, el contacto con su cuerpo, el acunamiento en sus brazos… También el feto, antes de nacer, recibe estimulación a través del tacto, el movimiento y el oído. Incluso los sentidos del gusto, el olfato y la visión comienzan a recibir información con la que colaboran en la maduración del cerebro, creando nuevas conexiones y circuitos neuronales, nuevos eslabones en la cadena del desarrollo.
El lenguaje que llega al cerebro del feto y del bebé es el lenguaje de los sentidos.
Los sentidos se desarrollan en un orden concreto y tienen mayor importancia dependiendo del momento en el que se encuentra el cerebro en evolución. Los músculos también se fortalecen y desarrollan en un orden concreto y el niño va atravesando cada etapa en su desarrollo secuencialmente, una tras otra, también en un orden determinado. La naturaleza ha establecido este orden para asegurarse que cada nuevo logro se sostiene firmemente sobre los anteriores, requisitos previos que son necesarios para garantizar la eficacia de cada nueva adquisición.
Para que este orden se cumpla existen los reflejos primitivos. Éstos “obligan” al niño a realizar todos los movimientos que lleva a cabo en el útero y durante su primer año de vida. Desde dar pataditas en el vientre de su madre a pasar por el canal del parto y llorar nada más nacer para poder respirar. Dese succionar hasta acabar levantando su cabecita, rodando, arrastrándose y gateando para luego poder sentarse y ponerse de pie para caminar. Hacen que el bebé agarre cosas que llegan a su mano y se las lleve luego a la boca para su exploración, que se mire las manos en un comienzo de coordinación óculo-manual o que grite y llore llamando a su madre ante cualquier ruido o posible amenaza. Harán que llegue a ser capaz de cambiar de postura y más delante desplazarse para conocer el mundo en el que vive.
Los primeros y más importante eslabones de la cadena del desarrollo, esos que solemos comparar con “los cimientos” del “gran edificio” en el que se convertirá el niño, dependen directamente de estos reflejos primitivos. Y éstos deben sucederse también en un orden establecido para que todo vaya bien.
Cuando esto no se completa, cuando un reflejo no ha podido llevar a cabo su misión y dar paso al siguiente reflejo, ocurre que queda “atrapado” y presente, impidiendo el correcto desarrollo, a modo de baches y grandes piedras en el camino. Así, en lugar de manejarnos en la vida como si condujéramos un buen coche por una autopista bien asfaltada, tendremos que arreglárnoslas con un viejo coche sorteando estos obstáculos en la carretera. Todo se hace más difícil, aunque no imposible.
Mind Moves evalúa el estado de maduración en el que se encuentra el sistema nervioso del niño o el adulto, o lo que es lo mismo: evalúa su desarrollo observando cómo se produjo la secuencia de los reflejos primitivos en la persona. Cuando queda alguno de éstos activo, debe trabajarse para lograr que se inhiba y así deje el camino libre, para que la persona pueda funcionar eficazmente en todas las áreas.
Este método da prioridad a la secuencia u orden en el desarrollo. Por ello comienza evaluando el primero de los reflejos primitivos para comprobar si maduró y se inhibió correctamente, trabajándolo si resultara necesario, o pasando al siguiente para volver a realizar el mismo proceso.
El tratamiento en Mind Moves consiste en realizar sencillos ejercicios de movimiento y estímulos táctiles y propioceptivos (masaje o presión profunda que informa al sistema nervioso de dónde está cada parte del cuerpo, dónde están los límites de éste y en qué postura nos encontramos en cada momento) principalmente. Estos ejercicios están inspirados en lo que hace el bebé de forma natural para inhibir estos reflejos, en lo que la naturaleza ha establecido como necesario para lograr un correcto desarrollo en el momento del mismo en el que se produjo el fallo que ahora necesitamos trabajar. Son ejercicios que hablan el mismo “lenguaje” que entienden las capas del cerebro en las que actúa el reflejo primitivo que está presente y buscamos inhibir.
Como decíamos antes, este lenguaje que utiliza Mind Moves es el más primitivo de todos, el primero. Porque ésta es la forma en la que podemos comunicarnos con las partes de nuestro cerebro que no están haciendo bien su función, lo que se detecta en forma de problemas en el desarrollo o el aprendizaje de la persona.
Mind Moves permite trabajar desde dos vertientes: la terapéutica en el tratamiento de las dificultades y la pedagógica al incluirlo en los programas escolares como prevención desde el aula.
En Julio esperamos terminar la formación superior en Mind Moves. Se celebrará de nuevo el primer curso superior. Para informarse sobre estos cursos o el inicial, podéis dirigiros a MIND MOVES ESPAÑA.
MIND MOVES EN LA UNED