Existe una estrecha relación entre la emoción y el aprendizaje.
En nuestro cerebro, muchas y variadas áreas se ocupan de nuestros recuerdos, pero una de las principales, y de la que depende especialmente nuestra memoria a largo plazo, es el hipocampo, el cual se halla en nuestro cerebro emocional.
Suponemos que por esto, solamente si existe una emoción, una motivación, es posible el aprendizaje real.
Hay que tener cuidado porque si la emoción es negativa, también determinará un aprendizaje. La presión que pueda sentir un niño para aprender (a leer, escribir, realizar cálculos matemáticos) como los adultos deseamos y al ritmo que quisiéramos imponerle, marcará su aprendizaje y su disposición al mismo.
Tengamos esto en cuenta, motivemos positivamente a nuestros niños en su aprendizaje. No los presionemos para evitar que puedan sentir emociones negativas relacionadas con ese aprender.
Hace años, RTVE hizo un reportaje en mi centro de Castro Urdiales sobre la Estimulación Temprana. O al menos creía yo que trataba este tema, porque en realidad tuvimos que compartir el reportaje con experimentos realizados a ratas en un laboratorio…
Una de las máximas de la Estimulación Temprana es: jamás presionar al niño. Dar sin esperar nada a cambio, ofreciéndole la oportunidad de “devolvernos” lo que pueda y quiera en cada momento. Con la maravillosa consecuencia de que en una situación de libertad y motivación para el aprendizaje, el niño da muchísimo más de lo esperado.
La máxima de los tristes experimentos con ratas mencionados: ponerlas en situaciones de estrés para comprobar su conducta y llegar a la conclusión de que no pueden aprender bajo presión.
Igual que nos ocurre a los seres humanos. No podemos aprender en una situación de estrés y miedo.
Fue muy poco afortunado hablar de ambos temas en un reportaje. Por si tienes curiosidad, puedes verlo aquí:
Si te ha gustado el vídeo, por favor pásate por mi canal de YouTube y dale al “like”
Y suscríbete si aun no lo has hecho. ¡Que hay muchos más! ¡Gracias! 💗