La historia de Aitana o el poder de la propiocepción - ROSINA URIARTE

La historia de Aitana o el poder de la propiocepción

Aitana, transformación gracias a la estimulación propioceptiva

El poder de la propiocepción. Aitana, no prestaba atención, no participaba ni seguía normas, no tenía empatía. Todo por no sentir su cuerpo.

Aitana es hoy una adolescente. Hace años, fue una de mis alumnas, cuando tenía entre el año y los tres años de edad. La recordaré siempre porque fue de las alumnas más difíciles que pasaron por nuestro centro. Nos tenía totalmente desconcertadas y frustradas pues no sabíamos qué hacer con ella.

Aitana era una niña preciosa, con unos ojos enormes y bonitos rizos rubios. Era la imagen de lo angelical, sin embargo, ella distaba mucho de serlo. Golpeaba y mordía a sus compañeros y no prestaba atención ni participaba en ninguna de las actividades que realizábamos en el aula.

Era una niña muy poco empática, no le preocupaba que llorase un compañero o que nos enfadásemos con ella por no seguir una sola norma y dañar a los demás.

Un día la aparté del grupo y le dije que no podría seguir dentro del grupo de niños porque les hacía daño, que tendría que salir del aula. Pensando que se asustaría por la idea de irse solita del aula, pero Aitana solamente se rió, se miró los pies y me dijo “no tengo zapatos” (siempre estábamos descalzos en el aula). No le preocupó lo más mínimo salir ella sola… Todo parecía darle igual.

Recuerdo que solía ensayar en casa mi más seria cara de enfado para ver si podía afectarle de alguna manera a Aitana, pero ante las reprimendas o al ver el dolor en sus compañeros, Aitana solamente se reía. Se reía todo el día.

Aitana era feliz, pero los demás que estaban a su alrededor no lo éramos tanto.

En casa, sus padres nos describían una situación parecida en la cual eran incapaces de lograr que Aitana adquiriera hábitos o les obedeciese en lo más mínimo.

Yo llevaba años trabajando la estimulación temprana y terapéutica con mi hijo y con mis pequeños alumnos, pero Aitana me tenía realmente desconcertada pues no era capaz de lograr que participase en las actividades que yo creía que eran beneficiosas para ella. Sentía que necesitaba encontrar una manera de ayudarla, pero todos los conocimientos y mi experiencia previa parecían no ser suficientes en este caso. Intenté aplicar con Aitana todo lo que sabía, pero ella no colaboraba, no me permitía trabajar con ella… Nada parecía funcionar y la situación del día a día con Aitana en el aula se hacía más y más difícil de llevar.

Un día vino una experta en neurodesarrollo sudafricana, Melodie de Jager, y visitó nuestro centro. Allí conoció a Aitana y a los pocos minutos de observarla, nos dio unos consejos valiosísimos.

Primero nos explicó que Aitana no tenía la suficiente sensibilidad no sólo a nivel emocional, sino a nivel físico. Y que lo anterior (su falta de empatía y sus pocas reacciones emocionales) se debía precisamente al hecho de no sentir su cuerpo. Aitana, era cierto, no se hacía daño con casi nada, ningún golpe o caída la hacía llorar o siquiera quejarse.

También nos explicó que al no sentir su cuerpo, sufría una gran desconexión con el mismo, lo cual hacía que la niña no supiera dónde estaba ni dónde estaban los demás. No era consciente de sí misma y por ello, no podía serlo de los demás o de sus necesidades o su dolor (ella no sentía el propio). Nos dijo que era como si el GPS de Aitana estuviera estropeado y buscando constantemente una señal.. Esto hacía que la niña se moviese constantemente, sin un propósito, y no pudiese centrarse para prestar atención a ninguna actividad.

Por todo esto, nos pidió que intentásemos que Aitana conectase más consigo misma, con su cuerpo. Que teníamos que lograr que conectara y sintiera más su cuerpo para así poder tener una mayor sensibilidad a nivel físico y a nivel emocional. Para poder ser consciente de lo que le ocurría a ella misma primero, y a los demás después. Para que pudiese empatizar y ser consciente de lo que ocurría a su alrededor. Para que pudiese prestar atención.

Para ello nos dio unos sencillos consejos que debíamos aplicar en la forma de masaje con presión por todo el cuerpo de Aitana. Esto debíamos hacerlo a diario.

Así que hablamos con los padres para que ellos colaborasen e hiciesen estos ejercicios en casa los fines de semana. Trabajamos de esta manera durante un mes aproximadamente hasta que llegaron las vacaciones de verano. Durante los meses de julio y agosto, y hasta la vuelta de la niña en septiembre, los padres hicieron también los ejercicios de masaje con presión por todo el cuerpo de Aitana todos los días.

Al cabo de estos pocos meses de trabajo pudimos ver claramente los beneficios…

Al volver a nuestro centro tras el verano, Aitana era otra niña. Seguía siendo preciosa, pero ahora tenía una expresión más serena. Empezó a participar en todas las actividades que hacíamos, sonreía a los compañeros y se preocupaba por ellos si se hacían daño o lloraban por cualquier motivo. Ella misma empezó a quejarse cuando algo le molestaba. Obedecía las normas del grupo y prestaba atención a los cuentos y todas las demás actividades. ¡Nos parecía algo increíble!

Realmente, ¡Aitana se convirtió en una de nuestras mejores alumnas!

Este caso supuso un gran cambio en mi labor con los niños. Yo ya conocía y tenía formación en neurodesarrollo, pero no lo aplicaba de esta manera tan sencilla. El caso de Aitana me abrió los ojos y me hizo comprender lo fácil que puede resultar trabajar con los niños haciéndoles sentir su cuerpo como gran requisito para lograr todo lo demás. Desde entonces siempre observo cómo siente el niño su cuerpo, intento ponerme en su piel para comprender por qué se comporta y aprende cómo lo hace. Y prácticamente siempre, trabajo con la estimulación propioceptiva para luego seguir avanzando en otras áreas.

Son tan fantásticos los resultados que he obtenido y he visto obtener por parte de otros profesionales que trabajan con el neurodesarrollo, que tengo una gran necesidad de comunicarlo, de modo que muchas más personas lo conozcan y muchos más niños se beneficien de ello.

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