déficit de atención archivos - Página 2 de 7 - ROSINA URIARTE

MITOS del Desarrollo y el Aprendizaje Infantil

Existe una gran cantidad de mitos sobre el desarrollo y el aprendizaje infantil. Muchos de ellos se deben al desconocimiento de cómo se produce realmente este desarrollo y aprendizaje. Es hora de desterrar algunos, o más bien todos, pues realmente hacen más mal que bien.

Así que, vamos a ello…

Mitos del desarrollo y el aprendizaje infantil

Empecemos por esa creencia de… “bueno, no importa como haya nacido, no se va a acordar.”

Es verdad que los bebés, y ninguno de nosotros, recordamos nuestro nacimiento. La razón es que las áreas que guardan los recuerdos a largo plazo aún no han madurado hasta aproximadamente los tres o cuatro años. Es de esa edad cuando normalmente tenemos los primeros vagos recuerdos. 

Sin embargo, a pesar de no contar aún con la capacidad de almacenar datos en la memoria, el cerebro guarda todas las experiencias vividas pues cada una de ellas supone la conexión entre neuronas, dando lugar a la creación de estructuras cerebrales y a la maduración del cerebro. Es gracias a la estimulación recibida que el cerebro crece y se desarrolla, y precisamente el período de máximo desarrollo cerebral se produce en esos primeros años en los cuales aún no funcionan las áreas de la memoria a largo plazo. Por esto, podría decirse que de las conexiones y circuitos creados tempranamente dependerá todo el desarrollo cerebral posterior de la persona.

En realidad, las experiencias primeras, las que no recordamos, son más importantes que las posteriores que sí quedaron grabadas.

Y, de todas las experiencias tempranas, sin lugar a dudas, el nacimiento ha de ser de las más cruciales por su gran impacto a nivel cerebral. Una experiencia única que no volverá jamás y que supone para el niño una ruptura total con todo lo que ha conocido hasta ese momento. El nacimiento es un acontecimiento increíble en cuanto a la cantidad de conexiones neuronales que se establecen y porque el cerebro creará en esta etapa patrones de funcionamiento para ayudar al bebé a sobrevivir con las experiencias que se encuentre durante el proceso de nacer y después, en la vida fuera del útero materno.

Lo que recordamos lo podemos gestionar desde nuestro cerebro adulto, desde nuestra razón, pero lo que no recordamos no lo podemos manejar desde la consciencia y por ello nos marcará mucho más a lo largo de nuestra vida. Por lo que, no recordar el nacimiento está muy lejos de ser algo que “no importe”.

Otro mito relativo también a los bebés corresponde a una concepción errónea de lo que un bebé realmente necesita. Es muy común escuchar “no le cojas en brazos que se acostumbra.”

La idea de que podemos convertir a un niño en una persona dependiente por atender a sus necesidades de contacto es algo que se ha demostrado como totalmente incierto. Queda científicamente probado que cuanto más se satisfacen las necesidades de un bebé, que es un ser total y absolutamente dependiente, más tranquilo, más confiado y más feliz será, llegando a desarrollarse como una persona más autónoma e independiente.

El bebé ha estado 9 meses en pleno contacto, sintiendo su cuerpo contenido dentro de las paredes del útero materno durante las 24 horas del día. Es lo que conoce y le da seguridad, por ello, es lo que sigue necesitando una vez que nace y durante meses (más bien toda la vida pues nuestra necesidad de contacto no desaparece). Necesita los brazos de su madre, primero, y los del padre después. Sin lugar a dudas, hay que coger a los bebés en brazos, portearlos y ofrecerles todas las oportunidades posibles de contacto, preferiblemente el contacto piel con piel. Y es que, también ha quedado demostrado que, no solamente es vital el tacto y el contacto, sino que lo es por encima del alimento, habiendo existido en la historia muchos casos para corroborarlo, casos de bebés que no sobrevivieron por falta de tacto a pesar de haber sido alimentados.

Una idea muy extendida es que “la leche de fórmula es prácticamente igual que la materna.”

Esto está simplemente lejos de ser cierto. No existe nada comparable a la leche materna. Ésta tiene la capacidad de cambiar su composición a lo largo del día para las diferentes tomas con el objetivo de cubrir las necesidades que pueda tener el niño a lo largo del día.  Así mismo cambia también según pasa el tiempo para satisfacer las necesidades de un bebé que va creciendo. Incluso la leche materna de una mamá de un bebé prematuro tiene una composición especialmente beneficiosa para ese bebé, con los nutrientes y anticuerpos que más necesita.

La leche materna, junto al nacimiento por vía vaginal, son dos de los factores más determinantes de un buen sistema inmunológico en la persona, pues la inmunidad con el cual convivimos toda la vida se crea en estas primeras etapas de la vida.

Sigamos con otro mito muy común y que hace muy flaco favor al desarrollo de los niños: “Bueno, pues si no gatea, no pasa nada. Muchos niños no lo hacen.” 

Es verdad que muchos niños no pasan por las etapas intermedias previas a caminar y aparentemente “no pasa nada”… Pero de lo que estamos seguros es que sí pasa que, al saltarse etapas, pierden la oportunidad de realizar determinados aprendizajes y adquirir habilidades que son posibles gracias a las experiencias que les brindan estas etapas como son el arrastre y el gateo. Y pasa que el hecho de prescindir de estas experiencias motrices, experiencias con su cuerpo y el movimiento en el espacio y el tiempo, hace que estén faltos de las conexiones neuronales que se crean gracias a estos hitos del desarrollo motriz en el primer año de vida.

Hay un momento preciso y precioso para cada logro en el desarrollo, el primer año cuenta con varios de estos logros, los cuales no se vuelven a producir a lo largo de los años siguientes.

Mientras seguimos preocupados por que los niños se sienten y caminen, algo que lograrán con toda seguridad (salvo que exista un daño cerebral importante) y que harán toda su vida, obviamos, por puro desconocimiento, las etapas intermedias y que son necesarias para que el niño pueda sentarse, caminar y mucho más (hablar, leer, escribir, comprender las matemáticas, prestar atención, controlar sus impulsos, sus emociones…) en las mejores de las condiciones posibles.

No podemos asegurar que los niños que no se arrastran o gatean vayan a tener dificultades en el aprendizaje escolar, por suerte, esto no es así. Pero sí que existen estadísticas que nos hablan de que un gran porcentaje de niños con dificultades en la escuela no cumplieron su desarrollo motriz en el primer año de vida.

Este error en las creencias relativas al desarrollo de los bebés nos lleva a un nuevo mito: “¡Con 9 meses se puso de pie y ahora con 10 ya corre! ¡Qué listo es!”.

Hay una tendencia a creer que esto es una señal de que un bebé es muy espabilado y que irá por delante de los demás en su desarrollo y en la vida. Pero esto no necesariamente es así. Algunos niños van por delante de otros niños, pero adelantar las etapas motrices durante el primer año supone no haberse podido beneficiar plenamente de las ventajas que ofrecen las etapas previas del arrastre y el gateo, con lo cual pueden surgir dificultades que el niño tenga que compensar más adelante. Y no todos los niños son capaces o encuentran la manera de compensar fallos en su desarrollo. No es una cuestión de inteligencia, sino de las habilidades desarrolladas en cada momento y que repercutirán en todas las demás habilidades futuras a desarrollar.

“Cuanto antes” no es mejor. Lo mejor es cumplir con todas las etapas y contar así con un rico y pleno desarrollo.

Y como esto de “adelantarnos” en el desarrollo de los niños se nos da tan bien, surge otro mito, el de que “los bebés deben ir a la guardería porque es importante para que socialicen.”

Esto es muy popular. Se escucha muchísimas veces decir que a los bebés les conviene la guardería para socializarse y quienes lo dicen, no conoce muy bien el desarrollo infantil y no son conscientes de que hasta los 3 años no es importante la socialización en los niños. En las guarderías aprenden a “lidiar” los unos con los otros, pero no tienen la necesidad de compartir el mismo espacio o actividades. De hecho, hasta los 3 años aproximadamente, juegan uno al lado al otro, pero no juntos.

Hasta la edad de 3 años un niño necesita estar con sus cuidadores principales y no tiene la necesidad de relacionarse con otros compañeros de la misma edad. Las guarderías cumplen otras funciones, pero la de que los niños socialicen unos con otros no es una de ellas. 

Algo que oigo muchas veces decir a los padres sobre su hijo es: “no le gusta jugar en el parque, prefiere mirar a los otros niños. Es que es muy observador.”

Cada vez que oigo esto tiendo a pensar que estamos hablando de un niño inseguro, con miedos y que ha experimentado poco con su cuerpo. Posiblemente también de un niño que sea extremadamente sensible a la estimulación que le brinda el movimiento y por ello no disfrute de ella. En cualquiera de los casos, estamos ante un niño que probablemente no haya gozado de ricas experiencias físicas que luego le permitan contar con una seguridad y confianza emocionales, que a su vez le lleven a tener facilidades para el aprendizaje en la escuela.

La mayoría de los niños disfrutan inmensamente del parque, de correr, subir, bajar, trepar, girar… Es lo natural y lo deseable dentro de un desarrollo pleno. Un niño demasiado observador podría estar mostrando una importante carencia o necesidad en un proceso del desarrollo que no se está cumpliendo como sería de esperar.

“No aprende porque no quiere.” Qué equivocada y qué injusta resulta esta afirmación…

Es, además, una afirmación muy común. Se oye en casa dicho por los padres y se escucha en la escuela de parte de los maestros y profesores. Transmite la idea de que el niño tiene capacidades, es inteligente, pero que no aprende porque es su voluntad no hacerlo.

Realmente es un disparate decir algo así porque la realidad es que todos los niños quieren aprender, todos necesitan tener éxito, ningún niño quiere fracasar. Ningún niño quiere ser diferente a sus compañeros en la escuela, ninguno quiere quedarse atrás o fuera del ritmo que llevan los demás. Al igual que nosotros, todos los seres humanos necesitamos tener éxito, reconocimiento, necesitamos cumplir las expectativas de los demás y sentir que están orgullosos de nosotros. Necesitamos sentirnos valiosos siendo validados por los demás…

Los niños que no aprenden como los demás es porque no saben hacerlo, no pueden hacerlo. Con toda seguridad lo han intentado, y tras haber hecho el esfuerzo, no lo han conseguido.

Y entonces es cuando surge un nuevo mito: “No se esfuerza lo suficiente”.

Muchas veces tenemos esa sensación de que no se esfuerzan lo suficiente, pero la realidad es que en muchas ocasiones son los niños que más esfuerzo realizan de todos, hacen mayor esfuerzo que sus compañeros al estar funcionando en condiciones más adversas debido a habilidades y capacidades que no han terminado de desarrollar.

Algunos siguen esforzándose sin ningún tipo de reconocimiento por parte de los adultos, otros simplemente “tiran la toalla” ante la frustración y el fracaso. En estos casos es cierto que no se esfuerzan. Pero habríamos de preguntarnos la causa. Pedir, en ocasiones exigir, a los niños algo para lo cual no están aún maduros, que no son capaces de hacer y, además, no valorar el esfuerzo que realizan para conseguirlo, es la fórmula perfecta para lograr que dejen de esforzarse. Tal cual como lo haríamos nosotros también.

Tristemente, nuestro sistema educativo sigue valorando el resultado obtenido en lugar de dar valor al esfuerzo realizado. Tampoco valida realmente los avances logrados por los niños, sino que sigue enfocado en lo que no consiguen hacer. Ahí es donde ponemos el foco: el lugar al que aún no llegan. Los errores son los que se remarcan, no los aciertos, que se dan por hecho y se pasan por alto. En esta situación no es de extrañar que tantos niños, y no solamente los que tienen dificultades, se encuentren totalmente desmotivados y dejen de esforzarse. Sin esfuerzo no hay avances, pero para que exista el esfuerzo es necesaria la motivación.

Antes de emitir la sentencia de que un niño no se esfuerza lo suficiente, habríamos de plantearnos cómo estamos presentando el aprendizaje a ese niño, si lo hacemos de una forma motivante o no. Con qué herramientas, capacidades y habilidades, cuenta el niño para enfrentarse a lo que le pedimos que aprenda. Qué esfuerzo está haciendo realmente acorde a las herramientas de las que dispone y qué esfuerzo no recompensado realizó en el pasado que le llevó a resignarse, a convencerse de que aprender es difícil y no es para él. También hemos de plantearnos si estamos dando el valor que merecen a sus aciertos, sus avances, a lo que sí sabe hacer y si no nos estamos enfocando exclusivamente en lo que no hace bien…

Estos mitos anteriores me recuerdan a otro, algo que escucho también muy a menudo: “Cuando quiere, ¡bien que presta atención!”

Vemos que cuando el niño está jugando con sus Playmobil, sus Legos, o especialmente cuando está con la Tablet, el móvil, el ordenador o frente la televisión presta atención, siendo un niño al que le cuesta mucho hacerlo en el aula y cuando está con los deberes en casa. Esto es muy muy común.

Y es que, al igual que ocurre con el esfuerzo, tenemos más facilidad para prestar atención cuando hacemos algo que nos motiva, que nos gusta, que nos es fácil y sabemos que se nos da bien. Por ello es más frecuente ver a los niños prestando atención en las actividades que disfrutan.

Esto es así para todas las actividades en general, pero muy especialmente cuando de pantallas se trata. Frente a las pantallas ocurre que son precisamente los niños que tienen más dificultades para prestar atención quienes más “se enganchan” hasta incluso parecer “hipnotizados” por ellas  (particularmente lo vemos con la televisión, que requiere de menos interacción que los video juegos). El mundo digital ofrece una estimulación muy diferente a la que obtiene el niño del mundo tridimensional que le rodea. Los juegos y actividades que realiza en el ordenador, una tablet o el móvil, también los programas que ve en la televisión, le brindan una estimulación visual y auditiva rápida y llena de recompensas inmediatas… Una estimulación que hace un efecto muy parecido a los psicoestimulantes que se recetan a los niños hiperactivos con déficit de atención. Estímulos que los niños ya no necesitarán buscar incesantemente y que, por ello, serán capaces de centrar en ellos su atención y obviar todo lo demás que ocurre a su alrededor. Algo inaudito en estos niños cuando no hay una pantalla de por medio, pues precisamente son los que “están a todo”, lo cual dificulta que puedan centrarse en las explicaciones de la profesora, por ejemplo.

En conclusión, no podemos juzgar la capacidad de un niño de prestar atención por cómo lo hace delante de una pantalla. De hecho, en muchas ocasiones veremos niños hiperfocalizados que en realidad pueden estar manifestándonos un verdadero problema de atención.

El siguiente mito es en realidad un consejo bienintencionado, pero muy equivocado… “Espera, que ya madurará.”

Teniendo en cuenta que el cerebro es más plástico, más moldeable y está más abierto a cambiar y a madurar cuanto más joven es el niño, esperar resulta un gran error, el más grande de todos.

El trabajo del neurodesarrollo está enfocado a dar una segunda oportunidad de madurar al cerebro. Supone un refuerzo del desarrollo que busca dar al niño las herramientas que le puedan faltar para poder estar sentado en clase, prestar atención, aprender a leer, a escribir, entender las matemáticas, relacionarse adecuadamente con sus iguales, controlar sus movimientos, sus impulsos y sus emociones… Y esto es posible. Pero lo fácil que pueda resultar este trabajo, la rapidez con la que se obtengan resultados y la calidad de éstos, es inversamente proporcional a la edad del niño. Por esto, trabajar hoy es mejor que mañana.

Afortunadamente, sabemos por la neurociencia que el cerebro sigue siendo plástico toda la vida, que existen nuevas neuronas que nacen a todas las edades en determinadas zonas cerebrales. Por esto merece la pena trabajar por lograr un mejor desarrollo cerebral a cualquier edad. Más vale trabajar con un niño mayor que no hacerlo, pero siempre será mejor empezar cuanto antes.

Muchas de las dificultades que muestran nuestros niños en la escuela ya estaban ahí cuando eran bebés. Ya se manifestaban en la forma de un bebé irritable, que no dormía bien, que lloraba mucho, que luego en la guardería llamaba la atención de sus cuidadoras por ser “diferente” y en Educación Infantil se veía que no prestaba la misma atención que sus compañeros, que no seguía las normas, tenía respuestas agresivas o se aislaba del resto, etc.

Casi siempre se pierde un tiempo precioso al no actuar ante estas señales en el momento en el cual el trabajo que se realiza con un niño pequeño es sencillo, agradable para él y con mejores resultados. Este tiempo se pierde por la incapacidad de ver la relación directa que existe entre estas manifestaciones en el bebé y el niño pequeño, y las dificultades de aprendizaje y de conducta que se observan más adelante en el niño de primaria y secundaria.

El desarrollo infantil se produce como una cadena en la cual cada eslabón es importante y depende de los eslabones anteriores. En la cadena del desarrollo no podemos separar el aprendizaje escolar y la conducta o cómo se relaciona un niño con los demás, cómo gestiona sus emociones… de las experiencias vividas en su gestación, nacimiento o su primer año de vida. No podemos desligarlo de sus experiencias motrices y del control del cuerpo que haya logrado. Pues de estos “eslabones” primeros dependerán otros como su capacidad de prestar atención y de aprender, junto a su capacidad de controlar su conducta.

Esperar es un error grave. No es un buen consejo. Esto no quiere decir que debamos agobiarnos ante cualquier cosa que nos pueda preocupar en un niño pequeño, pero sí que debamos actuar en cuanto sospechemos que pueda existir una dificultad, un problema. Para el niño pequeño, el trabajo a realizar será como un juego y los logros serán incomparables a los que podamos obtener si esperamos a que las dificultades y los problemas, crezcan para hacerse muy evidentes, insostenibles…

“La letra con sangre entra.” Por suerte, este dogma está obsoleto y ya apenas hay quien crea en él, pero… sin embargo, seguimos presionando a los niños en la escuela.

Seguimos presionando a nuestros niños para que lean muy tempranamente, cuando aún no están preparados para hacerlo porque no cuentan con las herramientas neurológicas necesarias. Seguimos presionándoles para que alcancen determinados objetivos que no son acordes al momento evolutivo que viven dentro de su desarrollo. Les presionamos cuando exigimos que lleguen a un determinado nivel en sus respuestas, cuando no respetamos ni valoramos el esfuerzo que realizan, cuando no buscamos el modo de motivarles a alcanzar sus logros.

Hemos de tener en cuenta que cada vez que presionamos a un niño producimos estrés. Y en estados de estrés, de preocupación o miedo, no puede producirse un buen aprendizaje.  Ante situaciones de un posible peligro (o lo que el cerebro del niño pueda interpretar como un peligro, aunque a los adultos nos pueda parecer “una tontería”) se activan áreas cerebrales encargadas de mantenernos en estado de alerta y defendernos. Estas áreas toman el protagonismo haciendo que las áreas corticales, las encargadas del aprendizaje escolar, las que entienden el lenguaje y leen, escriben o se ocupan de las matemáticas… se apaguen, dejen de funcionar a pleno rendimiento. Entonces es cuando vemos que los niños se bloquean, no dan respuestas que sabemos que conocen o simplemente, parecen no entender ni tener la capacidad de aprender.

Solamente un niño tranquilo, que se siente seguro y confiado, puede aprender utilizando todos sus recursos cognitivos.

Pero pasa que a veces, estos recursos no han llegado a desarrollarse por lo que el niño no cuenta con ellos como sería de desear. O por estrés, por sus dificultades para prestar atención u otros motivos, no utiliza los recursos de los que dispone. En cualquiera de estos casos, es injusto pensar que los coeficientes intelectuales determinan la inteligencia de un niño.”

Lo que refleja un CI son la calidad de las respuestas que da un niño a un test cuando lo realiza. Pero somos conscientes, hoy en día, de la complejidad de la inteligencia, la cual es muy difícil de medir y de clasificar con un número.

Este número nos da información de cómo está funcionando el niño en ese momento y lugar, y nos acerca a conocer las necesidades que pueda tener a la hora de trabajar con él. Nos sirve como punto de partida para realizar ese trabajo y para después, comparar resultados con nuevos tests que nos muestren los avances.

Los resultados de los tests no son inamovibles, no sin inalterables. Trabajando desde el neurodesarrollo puede darse al niño una segunda oportunidad de madurar plenamente y lograr un mejor funcionamiento en todas las áreas.

Este mito anterior me lleva a pensar en otro en el cual creen muchas personas y que hace que bajemos las expectativas que tenemos con respecto a nuestros niños. Llevándonos a la resignación y llegando incluso a cerrarnos las puertas a las mejoras, a los avances.

Éste es el caso cuando oímos que “El TDA-H, la dislexia… son trastornos crónicos…”

“Crónico” significa “para siempre”. Y ninguna situación habría de ser necesariamente para siempre si existe un modo de atacar las causas que la están creando. Si nos quedamos en trabajar los síntomas, las manifestaciones del problema, lo que vemos, entonces ese problema se cronificará. Pero si somos capaces de descubrir las raíces del mismo y trabajamos ahí, los síntomas desaparecerán.

Esta teoría de trabajar las causas y no solamente los síntomas es excelente y en ella se basa el neurodesarrollo. Sin embargo, en cuanto al TDA-H (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad) y la Dislexia se refiere, existen casos llamados “primarios” que parecen no tener una causa que los provoque. Por lo que son difíciles de tratar desde la raíz. Siempre mejoran con un trabajo de refuerzo del desarrollo en el niño, pero no desaparece el trastorno en sí.

La buena noticia es que los expertos nos hablan de una minoría de casos “primarios”. Esto supone que la mayoría de los niños muestran signos de falta de atención, de hiperactividad, de dislexia o de otras dificultades escolares debido a causas que sí podemos trabajar.

Repasando la cadena del desarrollo para descubrir cuáles son los eslabones debilitados, podemos reforzarlos para ayudar a los niños a contar con todos los recursos que puedan necesitar para llegar a erradicar sus diagnósticos en el mejor de los casos, o a diluirlos cuando no es posible eliminarlos del todo.

Las dificultades de base, las causas, seguirán estando presentes siempre que nos dirijamos exclusivamente a los síntomas que se manifiestan. Por esto es un mito creer que “las dificultades de la lectura se solucionan leyendo”.

Por supuesto que el practicar la lectura, la escritura, las matemáticas… ayudarán al niño que tiene problemas de aprendizaje. Es un trabajo que enseña y entrena al niño a leer, a escribir y a comprender las matemáticas y esto es muy loable y necesario. Pero ocurre que, casi siempre, las causas de que un niño no lea correctamente, no escriba como esperamos o no entienda las matemáticas, no están en las áreas cerebrales que se ocupan de la lectura, de la escritura o de las matemáticas. Las áreas que se encargan de estos aprendizajes están en nuestro córtex, en la corteza cerebral. Y, salvo excepciones, no existe un daño, una lesión o malformación en estas áreas que impida el correcto aprendizaje en el niño.

Las causas no suelen deberse a lesiones o malformaciones en ningún área en realidad. Pero sí a un pobre desarrollo, una pobre maduración de ciertas partes del cerebro. Y estas partes están debajo del córtex. Si áreas inferiores no han madurado adecuadamente, no podrán hacerlo áreas superiores como la corteza. Las áreas donde se encuentran los fallos en el desarrollo y la maduración son más primitivas, no se ocupan de las habilidades cognitivas, sino de otras muy anteriores que las sustentan. Son áreas que no entienden el lenguaje (ni escrito, ni hablado). Solamente comprenden las sensaciones, la información que llega del cuerpo. Esta información, hablada en el lenguaje de los sentidos, es la que hace que los primeros eslabones de la cadena del desarrollo sean bien fuertes. Es el lenguaje en el cual hablamos cuando trabajamos desde el enfoque del neurodesarrollo. Se trata de un trabajo de base que refuerza los cimientos del aprendizaje para dar al niño la oportunidad de contar con las habilidades y capacidades que pueda necesitar para tener éxito en la escuela.

Cuando un niño no alcanza una meta a la que esperamos que llegue (aprender a leer como los demás, por ejemplo) es porque algo ha fallado en el recorrido hacia esa meta. Por esto no tiene sentido insistir en trabajar en la meta (que el niño lea). Sino que hemos de recorrer junto a él ese camino hacia la meta solucionando los fallos que podamos encontrar en el mismo.

Un niño que ha hecho ese recorrido llegará a la meta con facilidad, como lo hacen el resto de sus compañeros.

Con todo esto en mente, pasamos al último de los mitos que quisiera mencionar… El cuerpo nada tiene que ver con el aprendizaje escolar.”

La verdad es que el aprendizaje de la lectura, la escritura y las matemáticas, el control de las emociones, cómo nos relacionamos con los demás, cómo controlamos el movimiento, los impulsos, nuestra capacidad de prestar atención… todo tiene que ver con las experiencias vividas tempranamente. Tiene que ver con todo lo experimentado por y con nuestro cuerpo, con el movimiento de éste en el espacio y el tiempo… Existe una relación directa entre el desarrollo físico y el desarrollo emocional, social y cognitivo.

El niño que ha tenido buenas experiencias con su cuerpo y el movimiento a muy temprana edad tendrá un buen tono muscular que le permitirá mantener una correcta postura en el aula y así prestar fácilmente atención. Las nociones espaciales y de tiempo desarrolladas gracias a estas experiencias del bebé y el niño pequeño le ayudarán en el aprendizaje de los lenguajes escritos, incluidas las matemáticas, pues necesitará tener muy claros los conceptos de izquierda, derecha, arriba, abajo… El desarrollo de su motricidad gruesa hará que sea posible la maduración de su motricidad fina para que así pueda utilizar correctamente sus manos para escribir o sus ojos para leer (y escribir, las matemáticas… y prácticamente todo lo que hace en el aula).

Un buen desarrollo físico temprano proporcionará al niño la sensación de habitar un cuerpo capaz, hábil, que le da seguridad y confianza. Algo que incidirá en cómo se ve a sí mismo, en su autoconcepto y su autoestima. Además de derivar en un buen desarrollo emocional, algo indispensable como ya vimos, para poder aprender con facilidad.

Todo empieza por el cuerpo. Dejemos de enfocarnos tanto en lo cognitivo, en el aprendizaje escolar y los deberes, para centrarnos más en dar al niño las oportunidades que necesita para que ese aprendizaje no nos preocupe.

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DÉFICIT DE ATENCIÓN. ¿Por qué tantos niños lo padecen?

¿Cuántos niños hay con déficit de atención? Pues cada día son más… Cada día son más los niños con ese diagnóstico: TDA (trastorno por déficit de atención) o TDAH (cuando existe hiperactividad).

Y no son solamente estos niños los que tienen problemas para prestar y mantener su atención, sino que prácticamente todos los niños con algún diagnóstico tienen también déficit de atención.

Al fin y al cabo, los diagnósticos son “nombres” que hacen referencia a síntomas que observamos en los niños. Hacen referencia normalmente al que se considera el síntoma principal. Pero no a todos los síntomas que coexisten junto al que resulta más llamativo.

La realidad detrás de todos estos nombres es que casi siempre incluyen las dificultades de prestar atención. Y esto es así porque la atención requiere de que TODO esté en orden. Todo esté en orden en el desarrollo del niño, en la maduración alcanzada, en cómo se siente a nivel físico y emocional…

Detrás del diagnóstico hay una causa que está provocando los síntomas. En el caso del déficit de atención, también.

Cualquier cosa que le ocurra a un niño puede afectar su atención. Hay niños que no han completado su desarrollo, o bien su desarrollo se ha visto frenado por cualquier motivo, han tenido una gestación o nacimiento complicados, no han pasado por las etapas del desarrollo motriz del primer año de vida o han vivido dificultades de salud importantes…

Otros niños tienen una alta sensibilidad que puede hacer que el modo en el cual perciben los estímulos sensoriales dificulten su capacidad de prestar o de mantener la atención. Muchos no solamente perciben la información que entra por sus sentidos de forma magnificada, aumentada, como es el caso de los niños que se tapan los oídos porque les molestan los sonidos cotidianos. Hay otros niños que no manifiestan sus hipersensibilidades de esta manera, pero también lidian con ellas a diario, y no solamente a nivel auditivo pues esto puede ocurrir en cualquiera los sentidos. La atención también falla cuando los sentidos no envían al cerebro información clara y precisa, sino distorsionada. O cuando el niño no es capaz de inhibir unos estímulos, los más importantes para realizar la tarea que se haya propuesto, sino que recibe un bombardeo de información que no puede gestionar eficazmente.

Todo lo que preocupe a un niño, lo que le esté afectando a nivel emocional (por problemas en el hogar, en la escuela…), o incluso a nivel físico (si tiene un dolor de tripas, por ejemplo) es susceptible de afectar su atención.

Los niños con dificultades de aprendizaje sufren en el colegio. Demasiadas veces se les presiona para que aprendan al ritmo de sus compañeros. Se les hace leer delante de ellos o se les pide que respondan a preguntas que ellos pueden no conocer, o creer que no conocen…

Esta presión es muy dañina porque el estrés, literalmente, apaga nuestro córtex cerebral. El cerebro ahorra energía y la utiliza en lo que considera prioritario en cada situación de la vida. En situaciones de estrés o miedo (por un potencial peligro) el cerebro no se ocupa de aprender, ni de funcionar a nivel cognitivo. Si no que está ocupado de cuestiones más básicas, como luchar, huir o sobrevivir…

A los adultos nos ocurre también. Cuando estamos preocupados por algo, nuestra atención se ve claramente afectada (nuestro córtex no está funcionando a pleno rendimiento, digamos…). Todos hemos experimentado momentos de estrés en los que se nos olvidan las cosas, no recordamos lo que sabemos o no somos capaces de seguir una película o una conversación…

Si somos capaces de experimentar esto en nosotros mismos y reconocerlo, ¿por qué nos cuesta tanto reconocerlo en los niños que lo experimentan también?

No nos quedemos enfocados en el diagnóstico, en el síntoma. Busquemos la causa que lo está provocando. Busquemos la causa del déficit de atención en cada uno de los niños que lo padece.

Si logramos descubrir esta causa, podremos trabajarla directamente. Y cuando se trabaja una causa y se consigue hacer que desparezca, es cuando desaparecerán a su vez los síntomas que estaba creando.

Busquemos las causas del por qué tantos de nuestros niños tienen dificultades de atención, solo así podremos solucionar esas dificultades de raíz y para siempre.

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Estimulación VESTIBULAR. La estimulación del MOVIMIENTO.

La estimulación vestibular, procedente del movimiento del cuerpo en el espacio, es uno de los principales “alimentos” del cerebro.

Resulta vital para el desarrollo cerebral del niño, ya desde la propia gestación (el movimiento de la madre desarrolla el cerebro del bebé en el útero). Una vez que nace, el bebé pide lo que más necesita: movimiento con mecimiento y contacto. ¡Necesita que le cojan en brazos!

También necesita del contacto piel con piel y del porteo… Pero volviendo al movimiento… Éste es esencial a lo largo de toda la infancia y los niños, de nuevo, nos lo hacen saber corriendo, saltando, trepando, girando…

En el mundo actual en el cual vivimos, los niños pasan la mayor parte de su tiempo en la escuela y el hogar, delante de pantallas. Apenas corren, trepan árboles o juegan en el exterior. Incluso los parques se encuentran en estos tiempos precintados, y en las escuelas los columpios y toboganes son solamente para los niños de Educación Infantil (esto con suerte para los más pequeños cuando disponen de ellos).

Nuestros niños se mueven cada día menos y el riesgo no es únicamente la obesidad infantil como podríamos pensar… ¡no!

Las consecuencias son mucho mayores y abarcan todas las áreas del desarrollo, incluidas la emocional y la cognitiva.

Esto es así porque el desarrollo a través del movimiento sustenta todo el desarrollo posterior.

Y niños que no se han movido adecuada y suficientemente en sus primeros años de vida, muy probablemente tendrán dificultades en su aprendizaje escolar después.

No se aprende a leer, a escribir o las matemáticas de repente, “porque sí”. Sino que se hace gracias a todo lo aprendido y experimentado anteriormente. Gracias a las experiencias con el cuerpo y el movimiento de éste en el espacio, será que el niño podrá contar con las herramientas necesarias para poder aprender fácilmente en la escuela.

¡Incluso los movimientos de sus ojos para poder leer dependen del movimiento que haya hecho antes con el resto de su cuerpo!

La estimulación vestibular que brindamos a los niños gracias al movimiento activa sus cerebros.

¡Los enciende! Por esto podemos ayudarles a mantener la atención en sus tareas escolares gracias a permitirles moverse.

Tenían razón ya en la antigüedad clásica cuando nos decían “mens sana in corpore sano”… Primero el cuerpo, luego la mente.

Charla en CENTRO EL ÁNGEL, Madrid: https://www.tomatismadrid.com/

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BASES NEUROLÓGICAS para un APRENDIZAJE EXITOSO. Lo que necesita un niño …

 
Ana Madrigal es maestra, pedagoga especializada en terapias integrativas para las dificultades de aprendizaje. Tiene una amplia experiencia trabajando en colegios y actualmente combina su trabajo en el gabinete con dar clases en la UNIR a profesores además de coordinar el Experto Universitario de Psicomotricidad.

En esta entrevista, Ana nos cuenta cuáles son los pilares sobre los que se sostiene el aprendizaje. Y cómo, desde diferentes enfoques, pueden trabajarse estas bases.

Compara el aprendizaje con un coche en el que el cociente intelectual es el motor, el cual da la potencia. Pero este motor depende de otras cosas como las 4 ruedas para que todo funcione como sería de esperar. Estas cuatro ruedas representarían los 4 elementos fundamentales para que un aprendizaje sea exitoso: un sistema visual maduro, un sistema auditivo en condiciones óptimas, un buen desarrollo motriz y una correcta alimentación.

Si existen fallos en cualquiera de estas cuatro áreas, habrá dificultades para prestar atención y para alcanzar un buen aprendizaje a nivel académico.

Un sistema visual maduro va mucho más allá de tener una buena agudeza visual pues existen muchas funciones visuales necesarias para el aprendizaje en la escuela que muchos niños no han desarrollado plenamente.

Un sistema auditivo óptimo no significa no ser sordo, sino percibir sonidos de una manera cómoda y limpia. La audición tiene un gran peso en el aprendizaje y el estado emocional de la persona.

Un buen desarrollo motriz no es algo que se logre por que sí, sino que depende de las experiencias vividas a muy tempranas edades. Y determinará las habilidades y capacidades a lo largo de toda la vida, viéndose el aprendizaje escolar muy directamente afectado por el desarrollo motriz alcanzado.

Una correcta alimentación y el cuidado del estado biológico del niño o niña evitará que ciertos alimentos o tóxicos incidan en el funcionamiento a nivel cerebral y, por tanto, en la capacidad de prestar atención y aprender.

Todas estas áreas deben ser consideradas además de utilizar la emoción y la motivación de la niña o el niño de modo que alcance el éxito utilizando todo su potencial en el aprendizaje.

Ana Madrigal trabaja desde varios enfoques terapéuticos (Mind Moves, Berard, Shec, Mindfulness…) para tratar a la persona (sea niño o adulto) de una forma integral, en todo su conjunto.

Las terapias integrativas pueden y deben combinarse con otros métodos convencionales para lograr todos los beneficios para la persona con la que se trabaja. Por ello, Ana hace un llamamiento a la unión y colaboración de todos los profesionales.

Y aboga por la formación de padres y profesores. En especial los maestros de Educación Infantil, porque ellos “tienen el futuro en sus manos”. Una formación que nos ayude a todos a conocer y comprender mejor cómo funciona y cómo se desarrolla el cerebro, de modo que podamos darle “un empujón” o “una segunda oportunidad” cuando sea necesario.

 

Datos de contacto: Ana Madrigal
Gabinete Pedagógico ASO. Bilbao
https://www.gabineteaso.com/
Tfnos: 944213073 / 600652978

Una infancia para toda la vida

AYUDA PARA PRESTAR ATENCIÓN Y HACER TAREAS ESCOLARES

Ayuda a tu hijo a prestar atención y hacer sus tareas escolares. El movimiento y el contacto te ayudarán a lograrlo.

Puedes ver y escuchar nuestra sesión live en este vídeo.
Amparo y yo hablamos de la importancia del movimiento y del contacto para que los niños puedan prestar atención y estar sentados haciendo sus tareas escolares. También para que estén más tranquilos en este momento de confinamiento y en cualquier otro momento más adelante.
Si quieres conocer más sobre la importancia del trabajo físico para las habilidades emocionales y cognitivas, te puede interesar.
Pido disculpas por las dificultades técnicas del directo, por favor tened un poco de paciencia… Gracias! 😀
 

Web de Amparo López

Web de Rosina Uriarte

ASESORÍA ONLINE ESPECIALIZADA EN INFANCIA. Ayuda para tu hijo desde el neurodesarrollo.

Asesoría online especializada en infancia

Si estás preocupado/a por el desarrollo de tu hijo/a, por su aprendizaje escolar, su comportamiento o su relación con los demás… cuenta con tu ASESORÍÁ ONLINE ESPECIALIZADA EN INFANCIA.

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SUPERHÉROES EN CASA

Nuestros superhéroes, los que han superado dificultades dentro de la dislexia, el déficit de atención, la hiperactividad, el autismo…


Laztana somos una asociación de familias que tenemos hijos e hijas con súper poderes. Y no, no hablamos de fenómenos paranormales sino de niños que han sufrido algún tipo de alteración en su desarrollo neuro-senso-psico-motriz y para quiénes la medicina convencional no ha sabido ofrecer soluciones válidas. Pese a ello, muchos de estos niños y niñas han superado, o al menos, mejorado ostensiblemente sus problemas sin recurrir a fármacos.

Hablamos de niñas con dislexia que aman los libros y disfrutan leyendo; de niños que fueron diagnosticados de déficit de atención y logran superarlo alcanzando un nivel de atención igual al de cualquier otro niño y culminan con éxito sus estudios. Hablamos de niñas etiquetadas como hiperactivas que consiguen detener el motor que llevaban dentro y vivir tranquilas disfrutando cada momento. Hablamos de niños con autismo que han mejorado notablemente su capacidad de relación con su entorno y su tolerancia a los estímulos externos permitiéndoles una mejor integración social y calidad de vida.

Y todo esto no es fruto de la suerte ni la casualidad. Es fruto de la capacidad de nuestro cerebro para reprogramarse, para madurar y desarrollar áreas inactivas y reconectarse adecuadamente. Lo que se conoce como plasticidad cerebral. Es fruto de la experiencia de otras familias que antes de ellos buscaron, encontraron y recorrieron este mismo camino. Es fruto de asociaciones como Laztana que aúnan familias, experiencias, conocimiento y esperanza y se dedican a difundir las terapias no farmacológicas que saben por experiencia que funcionan para que más y más niños se beneficien de ellas. Es fruto del esfuerzo y la constancia de todas estas niñas y niños y de sus familias para aplicar las terapias de reorganización neurológica y seguir las pautas de la medicina biológica indicadas en cada caso para mejorar o incluso corregir la causa de sus problemas.

Así es como se logran los súper poderes y no queremos que sea un secreto sino algo que esté al alcance de cada vez más y más personas y contribuya a poder disfrutar de vidas más felices, plenas e ilusionadas.

Fátima Amezkua

asociacionlaztana.org
[email protected]

ALTERACIONES DEL DESARROLLO INFANTIL: UN ENFOQUE DIFERENTE, UNA NUEVA ESPERANZA

 
Alteraciones del desarrollo infantil: un enfoque diferente, una nueva esperanza: el neurodesarrollo.
 
Fatima Amezkua, responsable de comunicación de la Asociación Laztana, enero 2016
 
Los seres humanos nacemos muy inmaduros y altamente dependientes de los cuidados de nuestros progenitores no solo para crecer sino para seguir desarrollándonos. Los tres primeros años de vida, pero sobretodo el periodo gestacional y el primer año de vida, son fundamentales para el correcto desarrollo motor, sensorial y neuronal que sentará las bases para el posterior desarrollo emocional y cognitivo de la persona. Es por esta razón que las niñas y niños pequeños y las mujeres embarazadas son los más sensibles y vulnerables al impacto de distintos factores externos que pueden perturbar el normal desarrollo infantil.
 
Las sociedades modernas conllevan unos modos de vida y consumo que implican altos niveles de estrés en la vida cotidiana así como una constante exposición a miles de sustancias químicas combinadas, metales pesados, contaminación atmosférica, ondas electromagnéticas, etc. Nunca antes los seres humanos habíamos estado expuestos a tantas sustancias químicas, presentes incluso en los alimentos que ingerimos, y a tantas radiaciones de las que desconocemos sus efectos a largo plazo. Somos cobayas de una experimentación a escala mundial en la que, obviando el principio de precaución, se espera a que los efectos negativos de una sustancia se demuestren claramente dañinos para proceder a limitar su uso. Y, lo que es peor, nadie regula la influencia sobre las personas de la combinación de dos o más de estas sustancias potencialmente tóxicas cuando diariamente convivimos con cientos de ellas. La doctora en Medicina Ambiental, Pilar Muñoz Calero, ha estudiado ampliamente la influencia de estas sustancias en el ser humano y las patologías en las que incide entre las que se incluyen alergias, intolerancias y muchas alteraciones del desarrollo infantil.
Algunos de los factores que pueden perturbar el correcto desarrollo infantil incluyen: factores ambientales como exposición a sustancias tóxicas -vía placenta o por contacto directo- o a radiaciones electromagnéticas; problemas durante el periodo gestacional y/o el parto como altos niveles de estrés durante el embarazo, nacimientos prematuros o partos por cesárea; carencias afectivas y falta de estimulación sensorial como las sufridas en su primera etapa de vida por muchos niños y niñas adoptados; hospitalizaciones prolongadas; largas jornadas en guarderías desde muy bebes; uso abusivo de sillitas y andadores que limitan el libre movimiento del bebe tan necesario para su desarrollo motor, etc.  Diversos estudios como los dirigidos por la investigadora Marieta Fernández Cabrera[1] de la Universidad de Granada, así como otros muchos centros de investigación a nivel internacional, han demostrado que los niños y niñas que han vivido alguna de estas circunstancias tienen mayores probabilidades que el resto de la población de sufrir algún tipo de alteración del desarrollo infantil y/o del sistema inmunológico.
Por todo ello, no es extraño encontrar en nuestro entorno cada vez más niños y niñas que sufren alergias, intolerancias alimentarias, déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA/H), trastornos del lenguaje, problemas de integración sensorial, autismo o trastornos del espectro autista (TEA), etc. Si bien es cierto que dificultades del aprendizaje de diverso tipo, alergias o enfermedades como el autismo siempre han existido, llama la atención el incremento que algunos diagnósticos asociados a estos problemas han experimentado en las dos últimas décadas. Por ejemplo, según la revista Neurología[2]estudios epidemiológicos recientes informan que en 1985 se registraban 5 casos de autismo por 10.000, mientras que nuevas estimaciones reportan  1 caso por cada 100 niños y adolescentes en 2008 –algo evolutivamente imposible si su origen es solo genético y que tampoco se explica solo por una mejor detección de casos- y en el caso del TDA/H ha pasado de diagnosticarse al 2% de la población infantil a alcanzar niveles del 15% en algunos países como EEUU.
 
Este tipo de trastornos inciden de forma significativa en la vida familiar, escolar y social de muchos niños y, cuando afectan a capacidades atencionales, cognitivas o relacionales, son a veces difíciles de detectar hasta que los pequeños cursan Educación Primaria. Muchos escolares con TDA/H, lateralidad cruzada, trastornos del lenguaje, TEA u otras alteraciones del desarrollo son incomprendidos y el sistema educativo no siempre está preparado para ofrecerles la ayuda que necesitan.
 
Muchas veces la única respuesta que reciben del sistema sanitario y educativo es medicación farmacológica tal vez complementada con asistencia psicológica mediante terapia conductual y cognitiva  que -aunque puede resultar positiva- no logra cambios suficientemente profundos y duraderos pues no corrige la causa del trastorno sino que más bien ayudan a controlar algunos de los síntomas que produce.
 
Sin embargo, hoy día existe una diversidad de métodos terapéuticos que trabajan estos problemas desde su origen dando una segunda oportunidad al cerebro para que logre su correcto desarrollo. Están basados en ejercicios de estimulación cerebral para la reorganización neurofuncional junto a la mejora del estado del sistema inmunológico acompañada de una alimentación sana, preferiblemente ecológica. Estos métodos están avalados por profesionales de todo el mundo y por miles de familias que los han utilizado obteniendo mayores garantías de éxito sin efectos secundarios para la salud. No se trata de terapias milagrosas diseñadas por el gurú de turno, sino que están basadas en principios científicos, estudios contrastados y años de trabajo. En la práctica la reorganización neurofuncional se logra a través de en una serie de ejercicios de estimulación cerebral personalizados que padres y madres deben realizar diariamente en casa con sus hijos y que se complementan con sesiones de terapia presencial y revisiones por parte de las y los profesionales correspondientes: neurólogo, optometrista comportamental, especialista en reeducación auditiva, especialista en integración de reflejos primitivos, etc.
 
Dos son las claves que hacen que estos métodos terapéuticos funcionen. Por un lado, la plasticidad cerebral que, si bien se ha demostrado que es una capacidad que mantenemos a lo largo de toda la vida, ésta es mucho mayor durante la infancia. La segunda clave es constancia y repetición pues es así como nuestro cerebro aprende y se desarrolla. Repitiendo de forma sistemática y durante el tiempo necesario el tipo de estímulo que cada niño o niña necesite se logra que el cerebro desarrolle esa área que había quedado bloqueada o que mejore la conexión neuronal entre áreas del cerebro que deberían comunicarse con fluidez.
 
Ante la falta de información sobre las causas y posibilidades de tratamiento de estas alteraciones del desarrollo, nace en julio de 2013 Laztana –Asociación para el desarrollo y la estimulación infantil- con el objetivo de difundir y facilitar a las familias el acceso a métodos terapéuticos libres de medicación que trabajan por lograr una maduración neurológica adecuada y un estado biológico en las mejores condiciones por medios naturales y efectivos. Cualquier persona interesada puede informarse y contactarnos a través de nuestra página Web:http://www.asociacionlaztana.org/, en facebook:https://www.facebook.com/asociacionlaztana  o en el email:[email protected].


[1]             Marieta Fernández Cabrera es Doctora en Ciencias Químicas de la Universidad de Granada y coordinadora en Granada del Proyecto INMA, INfancia y Medioambiente. http://www.proyectoinma.org
[2]             Revista Neurología, Vol. 27, Num. 7, sep 2012, editorial Elsevier. Publicación científica de la Sociedad Española de Neurología.

¿POR QUÉ TANTO MIEDO A LOS TÓXICOS EN LOS NIÑOS?

Tóxicos y niños

¿Por qué tenemos tanto miedo a los tóxicos en nuestros niños? ¿Están nuestros niños expuestos a tóxicos? ¿En qué medida?

Muchos se preguntarán por qué algunas personas y agrupaciones damos tanta importancia a “lo natural” y por qué tenemos tanto miedo a los productos químicos o a los tóxicos, cuando son algo con lo que convivimos a diario.

Empecemos por considerar algunos datos…

Las alergias afectan a un 30 o 40% de la población mundial según la WAO (World Allergy Organization). En un informe de esta organización se cita lo siguiente: “Es especialmente importante en los niños, en quienes se observa la mayor tendencia de aumento en las últimas décadas.” (http://www.worldallergy.org/UserFiles/file/WWBOA_Executive-Summary_Spanish.pdf)

 La WAO reconoce que la contaminación atmosférica y el aumento de la temperatura, la alimentación y los hábitos de vida influirán en el aumento de las alergias. ¿Pero qué ocurre con el resto de los trastornos?

Intolerancias a alimentos, hipersensibilidades digestivas, cutáneas o respiratorias (intestino irritable, piel atópica, asma, etc.) son otros desórdenes de la salud que están aumentando rápidamente entre la población infantil.

También lo están haciendo los problemas relacionados con el aprendizaje y el comportamiento. Los expertos nos dicen, en el caso del TDA-H (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad), que el TDAH es un trastorno en el que intervienen tanto factores genéticos como ambientales. “La importancia de considerar en los estudios de TDAH la contribución relativa de factores genéticos y ambientales en la etiología, curso y
pronóstico del trastorno” (citado por la fundación CADAH http://trastornohiperactividad.com/que-es-tdah).

Muchos sabemos, también por propia experiencia, que en el TDA-H hay una muy probable predisposición genética. En otros trastornos, incluido el autismo, también parece haber causas relacionadas con factores genéticos, aunque esto no está tan claro como en el caso del TDA-H.

El aumento experimentado por estas disfunciones en el desarrollo infantil ha sido tal en los últimos años, que ya se habla abiertamente de “epidemia” en el caso del autismo y el TDA-H. Otras voces pronuncian la palabra “pandemia” por sus abrumadoras dimensiones.

Pero, ¿no estarán exagerando quienes utilizan estos términos?

Veamos las gráficas que representan la evolución del TDA-H y el autismo para hacernos una idea de la tendencia al alza en ambos trastornos.

El aumento del TDA-H, según el C.D.C. (Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Estados Unidos) y basado en información proveniente del NSHC (National Health Interview Survey), se refleja en el siguiente cuadro:

Gráfica del TDAH

En la gráfica se observa la curva ascendente correspondiente a la incidencia del TDA-H en niños (línea azul), niñas (línea rosa) y ambos grupos (en morado) a lo largo de los años desde 1997 hasta 2012 en Estados Unidos.
Más escalofriantes son las gráficas que nos revelan el dramático aumento de los trastornos del espectro autista. La primera de ellas pertenece a los datos aportados por Autism Speaks, una organización que se dedica a investigar sobre el tema en Estados Unidos (los datos hacen referencia a niños estadounidenses):
 
Gráfica del aumento del autismo
 
 
Esta curva nos muestra los casos diagnosticados desde 1975 (1 caso entre cada 5.000) hasta el año 2009 (1 caso por cada 110 niños). Tal y como se indica en la gráfica, los cambios en las prácticas de diagnóstico podrían explicar hasta un 25% del aumento observado, pero todavía no se han encontrado las causas del resto, que podría estar influido por los factores ambientales. 

He elegido el gráfico anterior por su claridad, a pesar de que los datos son de hace ya 6 años.
La siguiente estadística es algo más actual, aunque no demasiado (del 2010) y más dura en los resultados. Su fuente es de nuevo el CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Estados Unidos):

Gráfica de l incidencia del autismo
Vemos el rápido aumento de un año para otro en el número de niños afectados por trastornos del espectro autista: ¡en 2010 ya suponían en Estados Unidos 1 de cada 68 niños!

No contamos con este tipo de información estadística en nuestro país, al menos yo no la he encontrado. Normalmente se traducen y utilizan los datos obtenidos de Estados Unidos. 

Algunos expertos, considerados autores polémicos dentro de la ciencia estadounidense, nos advierten que si las tasas anteriores de crecimiento se mantienen estables, para el año 2025 la mitad de los niños podría sufrir autismo (http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-09-15/en-2025-la-mitad-de-los-ninos-seran-autistas-por-el-glifosato_191835/).

Y observando los datos, podríamos pensar que, polémicos o no, bien podrían tener razón en sus predicciones si no se toman medidas urgentes al respecto.

Pero es difícil, por no decir imposible, actuar cuando no se conoce la causa de un problema. 

Reflexionando sobre todo esto, uno no logra comprender que la causa de tan vertiginoso aumento de casos pueda deberse a factores puramente genéticos (normalmente se necesitan miles de años para observar este tipo de cambios). Por lo que, a la fuerza hemos de darle un protagonismo a los factores ambientales. Es a lo que nos lleva la lógica y el sentido común. 

El CREAL (Centro de investigación en epidemiología ambiental) lideró en octubre de 2014 unas jornadas en las que neurocientíficos, neurólogos, neuropsicólogos, psiquiatras y neuroepidemiólogos de todo el mundo debatieron sobre los efectos que los tóxicos ejercen sobre la salud humana y concretamente en el desarrollo del cerebro, desde la gestación hasta la adolescencia. 

La noticia fue publicada por Europa Press y decía textualmente: “Los elementos medioambientales afectan al coeficiente intelectual del niño… afectando a grupos extremos: el número de niños con problemas de aprendizaje puede aumentar hasta un 50% y los superdotados descender un 57%.” 
(http://www.infosalus.com/actualidad/noticia-identifican-214-toxicos-perjudiciales-desarrollo-cerebral-ninos-adolescentes-20141017131046.html)

En febrero de 2014 se publicó en The Lancet un artículo del cual se hizo eco El Mundo (http://www.elmundo.es/salud/2014/02/15/52fe73baca4741ef018b4575.html). En él se decía que “estamos rodeados de químicos industriales que ponen en peligro el desarrollo neurológico de los niños, desde que estos se están gestando en el útero… Se trata de sustancias que no son difíciles de encontrar, que pueden estar presentes en el agua e incluso, advierten, en los juguetes de los niños.”. 

No podemos escapar del entorno envenenado en el que vivimos. Los tóxicos nos invaden desde el mismo momento de la concepción. La doctora Rosella Mazzuka,  médico cirujano y miembro de la ACAM (Sociedad Americana para el Avance de la Medicina) nos ofrece los siguientes datos en uno de sus webinars:
 
Tóxicos en los fetos
Los niños nacen hoy con una importante carga tóxica. Debido al alto índice de cesáreas practicadas en nuestro país (hasta un 25%, siendo la recomendación de la OMS reducirlas a un 15 o 10%) una cuarta parte de los niños se ven privados de las defensas que suponen los microorganismos maternos que invaden al bebé al pasar por el canal del parto (vaginal). Los bebés de cesárea entran en contacto directamente con los microorganismos que habitan el quirófano y comienzan la vida con un sistema inmunológico que podría no estar en las condiciones más deseadas. 

Luego será la lactancia materna otro medio que reforzará el sistema inmune. 

Muy tempranamente (gracias al parto y a la lactancia materna), se forma la inmunidad principal con la que conviviremos a lo largo de toda nuestra vida. Y es precisamente en estos primeros momentos, desde el mismo día del nacimiento, cuando al niño se le expone a una gran variedad de organismos patógenos y metales pesados altamente tóxicos contenidos en las vacunas. Esto se añade en muchos casos a antibióticos y otros medicamentos que dañarán la flora intestinal, dejando al niño más expuesto a estos elementos y haciendo que en lugar de poder eliminarlos, los absorba y acumule en su organismo.

Lo esperado es que los metales pesados y productos químicos sean excretados y no afecten al niño a largo plazo. Pero al parecer, mientras algunos sistemas son más fuertes y pueden con todo esto, otros simplemente no lo son. “Hay que recalcar que la tolerancia del organismo hacia un compuesto tóxico varía entre diferentes grupos de individuos e incluso entre distintos individuos entre sí, pertenecientes a una misma identidad grupal.”(http://www4.ujaen.es/~ajmoya/material_docente/Tema1.pdf)

La doctora Lenny González es gastroenteróloga y experta en autismo, y nos dice que “El autismo no es solamente un trastorno mental o psiquiátrico, sino una enfermedad multifactorial con cierta predisposición genética y con múltiples órganos afectados. Es una enfermedad biológica. Afecta primero al sistema digestivo, el sistema inmune, y el sistema metabólico principalmente. Hay una inflamación del sistema nervioso central y lleva al daño cerebral con consecuencias como los síntomas del autismo.” 

González encontró, en dos estudios realizados, que del 70 al 80% de los niños con autismo tenían problemas gastrointestinales. (https://realagenda.wordpress.com/2011/03/28/gastrointestinal-pathology-in-autism-spectrum-disorders/)

No se ha podido demostrar científicamente la relación de ninguno de los trastornos mencionados con la exposición a los tóxicos. 

Uno de los grandes escollos a salvar para poder demostrar que existe una relación entre la exposición a los tóxicos y los trastornos en el desarrollo, es que contamos con evidencias científicas de los efectos a corto plazo de cada producto químico y metal pesado por separado. Para poder establecer la correlación, sería necesario investigar los efectos combinados de múltiples tóxicos actuando en conjunto y acumulándose en el organismo a lo largo del tiempo. Un gran reto para la ciencia, que se hace cada día más necesario.

“Muy pocos productos químicos han sido regulados como consecuencia de su neurotoxicidad en el desarrollo”, declara el estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (HSPH) y la Escuela de Medicina de Icahn en Monte Sinaí, ambas instituciones en Estados Unidos. (http://www.abc.es/salud/noticias/20140215/abci-productos-quimicos-trastornos-ninos-201402142010.html)

Toda la toxicología reguladora del mundo occidental está basada en el análisis del riesgo individual para cada compuesto”, asegura Nicolás Olea, profesor de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada y experto en el impacto de los productos tóxicos en la salud. “El hecho de que las dosis sean bajas le dan una enorme tranquilidad a la administración. Dicen que todo está bajo control porque los niveles son bajos, pero ¿cuántos niveles bajos hacen un nivel alto?”, se pregunta. (http://www.efeverde.com/noticias/el-coctel-toxico-de-cada-dia-sigue-sin-ser-regulado/).Y lo mismo nos preguntamos todos.

No se trata de ir ahora en contra de todos los avances de la técnica, la ciencia y la salud. No existe una sola causa a la cual culpar, sino un conjunto de muchas posibles causas. No hemos mencionado los tóxicos en nuestros alimentos, la manipulación genética de los mismos, el aire que respiramos, el agua que bebemos, los materiales con los que convivimos en el hogar y los que vestimos…, la exposición a contaminación electromagnética, pesticidas, fertilizantes… y un largo etcétera que se han convertido en algo cotidiano.

Tampoco se trata de rasgarnos las vestiduras y llenarnos de malos augurios. Existen vías de ayuda para los niños afectados por esta situación. Es posible actuar en cada caso y lograr importantes avances. Sin embargo, ¡cuánto mejor sería poder prevenir!

Necesitaba escribir este artículo para que el mundo pueda entender por qué le damos tanta importancia a la exposición de nuestros niños a los productos químicos y a los metales pesados. No se trata de una simple moda sin sentido, sino de una enorme preocupación por lo que estamos observando que ocurre cada día con más fuerza. Y esto es fácil de ver para quienes trabajamos con niños y llevamos años haciéndolo, pues vemos cómo con el tiempo van surgiendo más y más casos que necesitan ayuda.

El hecho de ser más consciente de todo esto, nos pone a todos en una situación difícil. Especialmente a los padres que se plantean tomar decisiones y elegir las mejores opciones para sus hijos (las que ellos consideran que son las mejores, claro), aun sabiendo los riesgos que conlleva el tomar una decisión u otra.

Pero lo verdaderamente necesario es que quienes tienen el poder y la capacidad de poder actuar ante esta situación, tomen conciencia de la misma primero.

El Dr. Philippe Grandjean es uno de los autores del estudio anterior de la HSPH y uno de los más reconocidos científicos que investigan el efecto de los contaminantes químicos en la salud. Hizo las siguientes declaraciones al periódico El Mundo:

 “Sé que suena escalofriante, pero tenemos maneras de hacer algo al respecto. En primer lugar, debemos estar de acuerdo en que el cerebro de las siguientes generaciones debe ser protegido lo mejor que podamos. Ya tenemos métodos para determinar si una sustancia química puede dañar el cerebro y lo que tenemos que hacer es usarlos y actuar según la información que obtengamos. Si no lo hacemos, creo que esta generación venidera tendrá un buen motivo para no perdonarnos”. (https://www.elmundo.es/salud/2014/02/15/52fe73baca4741ef018b4575.html)